Se trata de un recurso comúnmente utilizado como herramienta de innovación. Conocido como “pensamiento erróneo o inverso”, consiste en pensar de forma intencionada la peor idea o forma posible de solucionar un problema para a partir de ahí construir hacia la más óptima.
Este artículo publicado en HBR.org cita un ejemplo de libro de esta técnica, el del bioquímico Frederick Sanger, responsable de uno de los mayores descubrimientos en torno al genoma humano.
En vez de romper cadenas de ADN de cara a su secuenciación Sanger optó por construirlas primero, en un ejercicio de pensamiento inverso que le valió su segundo Premio Nobel de Química en 1980.
El ejemplo demuestra cómo, al menos en una primera fase de un proceso de innovación, todas las ideas cuentan. También aquellas que a priori parezcan inverosímiles, pues tras su apariencia pueden aportar soluciones realmente disruptivas [conoce cómo captar un gran número de ideas de los colectivos que elijas].
La innovación abierta puede compararse con una cadena donde conectan múltiples partes.
Ahora bien, cuando hablamos de organizaciones no todas están dispuestas a consumir recursos en escuchar y recopilar ideas de todo tipo. Para algunas hacerlo conlleva quitar el foco del objetivo a perseguir. Aun cuando el ejemplo anterior demuestra que precisamente este proceso puede suponer el primer paso para conseguir un enfoque perfecto.
Si seguimos hablando de barreras a la innovación, la cultura de silos y una concepción de ésta cerrada, restringida a un grupo reducido de personas, suelen ser también enemigos habituales. Especialmente dentro de las compañías de mayor tamaño, donde la generación de ideas suele limitarse a perfiles muy concretos y a esquemas jerárquicos basados en la verticalidad, de arriba a abajo.
La democratización de la innovación, por el contrario, extiende sus efectos a toda la estructura de la organización, dando lugar en ella a un mayor punch innovador y a un apetito creciente por las nuevas ideas.
Al respecto, el citado artículo del HBR pone sobre la mesa tres máximas que resumen las ventajas competitivas de democratizar la innovación. Son las siguientes:
– “El principiante cuenta con muchas oportunidades, el experto con pocas”. Este proverbio, del maestro zen Shunryu Suzuki, resume cómo cuando alguien afronta de nuevas una disciplina (innovación en este caso) lo hace con mayor atención y se motiva más al tener por delante una mayor curva de aprendizaje. Además generalmente sus ideas, al no estar contagiadas por la cultura tradicional de la organización, tienen mayor carácter disruptivo.
– “Nada mejor que una vista de pájaro para ver el camino completo”. Escuchar a las personas, especialmente en las grandes organizaciones, permite tener una foto global de la propia compañía y de sus retos futuros. Pero también evaluar cada una de las piezas que la componen. Y con ello, detectar personas claves, cederles responsabilidades y convertirlas en superhéroes de cara a la resolución de problemas.
– “Esos superhéroes que no entienden de jerarquías…”. Personas con esos superpoderes están en toda la cadena de la organización, desde directivos a becarios. Por otro lado, la excelencia no siempre es amiga de la cualificación, pero sí suele serlo del grado de desempeño y, sobre todo, de la motivación de los trabajadores.
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