Salud y rendimiento. Dos conceptos que para McKinsey van de la mano en la transformación. La dificultad reside en combinar ambos de forma sostenible.
¿Existe una relación entre las variables de salud y rendimiento dentro de una organización? Para McKinsey no hay duda de ello. Algo que afirma sobre análisis internos [ver metodología en este artículo].
No se trata, afirma, sólo de relación entre ambos conceptos, sino de una vinculación íntima entre ambos. Por ello, los compara con los del yin y el yang, de cara a poner de relieve que uno no puede vivir sin el otro.
Para McKinsey las organizaciones con más salud se enfocan además en fortalecer su rendimiento para la creación de valor con gran impacto, pese a que ello conlleve sufrir incertidumbres y dificultades en el proceso.
¿Cómo lo hacen? aquí algunas de sus claves:
1. Marcar un camino claro. Para McKinsey la salud es el inicio de cualquier transformación, que comienza con una visión, el establecimiento de hitos y el diagnóstico de las posibles amenazas que se encontrarán en el camino.
En este primer paso, la comunicación juega un papel básico: ha de cubrir todos los pasos del proceso y hacerlo de manera específica para cada uno de los perfiles implicados en la hoja de ruta que ha trazado la organización. Y es que sin salud, no habrá rendimiento.
2. Situar en él a las personas. Una vez marcado el camino, la organización deberá hacer que éste cobre sentido para sus viandantes (los trabajadores). Al hablar de una carrera a largo, cobra especial sentido ajustarse a los objetivos y no agotar o quemar a los empleados y esto se consigue, según McKinsey, con el acople de las acciones de su día a día a la visión estratégica a largo plazo. De nuevo, salud y rendimiento van de la mano.
3. Fomentar las ideas y la innovación, como sinónimo de salud, tanto dentro como fuera de la organización; a través de recursos como el crowdsourcing con empleados u otros stakeholders del ecosistema.
McKinsey cita ejemplos de compañías que buscan abrir más su radio de innovación mediante la captación de nuevas ideas a través de sus clientes, nuevas contrataciones -con ideas frescas, alejadas de la cultura tradicional de la organización- o sencillamente de la base de sus empleados, con una orientación bottom-up.
La finalidad, en todo caso, tiene un sentido incremental: tener más ideas -rendimiento- para hacer crecer el negocio y hacerlo más fuerte -con más salud-.
4. Construir de forma robusta, combinando la disciplina operacional con un liderazgo de claro apoyo a los trabajadores, que incide sobre su bienestar. En resumen, rendimiento y salud. Para el primero, según McKinsey es básico seguir estándares y protocolos de trabajo claros y compartidos por y para todos, basados en métricas y KPIs, alineados a los objetivos y la estrategia.
La segunda variable (salud) puede por el contrario fortalecerse con mucho espíritu de equipo, reconocimiento público y, especialmente, potenciando la comunicación entre empleados y líderes.
Crear inercia del momento.
Ahora bien, el éxito en la transformación no sólo proviene del binomio salud y rendimiento. McKinsey advierte de la necesidad de hacerlo sostenible, de lograr prolongar los esfuerzos y la excelencia en el tiempo. De cara a ello, llama al cuidado constante, en el día a día, de las dos piezas indivisibles que componen el yin yang.
Sin salud no habrá rendimiento posible. Y este sólo podrá alcanzar alto impacto si la salud se mantiene en el tiempo.
Calibrar esfuerzos y garantizar la armonía y convivencia entre ambos permitirá construir desde la base transformaciones con impacto y, más importante aun, perdurables.
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