1795. Napoleón, en pleno fragor bélico, ofrece una recompensa de 12.000 francos a quien desarrolle una fórmula para preservar la comida en el campo de batalla garantizando el sustento de sus soldados. La recompensa ofrecida fue el detonante para que Nicolás Appert, un maestro confitero francés, idease el método de la preservación hermética de los alimentos.
Nadie duda de las habilidades de Napoleón como estratega. Lo que no estaba tan claro es que fue uno de los precursores de la inteligencia colaborativa y de la innovación colectiva.
La anécdota, ilustrada por el MIT en este artículo, demuestra cómo su sombra se alarga incluso tres siglos después en un mundo empresarial que también atisba un momento revolucionario. Y en el que, como en toda revolución, las ideas son las desencadenantes de los procesos; en este caso marcados por una digitalización integral que afecta a todos los modelos de negocio. No en vano, hay quien habla ya de una cuarta Revolución Industrial, la digital.
Una nueva era en la que las empresas se ven obligadas a innovar para adaptarse a un nuevo tiempo cambiante e inestable si quieren seguir siendo competitivas. Aun cuando el acercamiento tradicional a la innovación requiere de largos tiempos de maduración de las ideas y de una cuantiosa inversión y experimentación interna.
En resumen, de toda una paradoja en tiempos de velocidades fugaces y de conectividad global.
Por ello, cada vez más empresas recurren a las ideas de terceros para desbloquear oportunidades, sea a través de la colaboración con empresas de alto valor añadido en innovación -muchas veces startups– o mediante técnicas como el crowdsourcing y la co-creación con clientes. Con ello, persiguen reclutar talento externo y detectar nuevas oportunidades de negocio, entre otros beneficios.
Hablamos, en resumen, de un proceso de reinvención total. Y éste conlleva asumir que las empresas ya no son como las conocíamos o que la productividad y el talento no tiene porque estar en nómina o encerrarse entre cuatro paredes.
Recurrir a la innovación colectiva posibilita ser más fuertes y jugar con mayor agilidad
Hoy más que nunca, las empresas recurren al poder de la diversidad, a visiones no contagiadas por las rutinas de funcionamiento internas y a pensamientos disruptivos ‘out of the box’. Un ejemplo de ello es Netflix que ‘liberó’ numerosos datos de su base de datos para que terceros, de forma totalmente libre, mejorasen su método de recomendación de películas, ahorrando así invertir dinero y equipos en mejorar sus algoritmos de recomendación.
El valor de lo distinto en la búsqueda de algo nuevo.
La diversidad es fundamental en cualquier proceso de innovación abierta y colaborativa, porque permite deducir diferentes formas de resolver problemas y aprovechar las fortalezas de los distintos perfiles de personas.
Y como los participantes son diversos también lo son los resultados, con lo que se multiplica la capacidad de sorpresa a la hora de encontrar ideas no esperadas, así como talento donde no sospechábamos.
Por ello, la diversidad se encuentra y enriquece muchos de los procesos que impulsan un proyecto de innovación colaborativa.
En el ejemplo de Netflix, los promotores del concurso lograron reclutar desde estudiantes de Secundaria a graduados en computación para su concurso de crowdsourcing.
Cuando se involucra en procesos de innovación abierta a otras organizaciones la diversidad también es un valor, porque permite incorporar conocimiento sectorizado o ‘de nicho’, ideas frescas y nuevos procesos.
Por último, cabe destacar que la diversidad en la resolución de un problema se plasma también en sus soluciones. Apostar por la innovación abierta, con nuestros equipos o recurriendo al apoyo externo, a través de elementos conectores como por ejemplo un software de gestión de la innovación, permite ampliar el abanico de opciones frente a retos.
No existe una receta mágica para afrontar los desafíos del actual momento. Pero recurrir a la diversidad e implicarla en procesos de innovación colectiva puede convertir problemas en nuevas oportunidades.