El uso de plataformas de participación ciudadana es una realidad cada vez más asentada dentro de las distintas instituciones. La tecnología permite abrir nuevos espacios a la participación de la ciudadanía y del resto de actores de la sociedad sobre la agenda pública, así como ampliar el concepto de la democracia representativa más allá de una cita periódica con las urnas.
¿Cuáles son las principales ventajas de un modelo de participación digital frente a otro tradicional?¿Cómo impacta sobre la ciudadanía y el resto de colectivos que adquieren nuevas capacidades de participación?.
La mejora de la representatividad, más legitimidad y contraste por parte de la administración sobre su acción política, o la posibilidad de combatir la indiferencia o desafección de los ciudadanos hacia las instituciones (con el refuerzo del llamado ‘engagement cívico’) son algunos de las ventajas que a continuación se enumeran:
Accesibilidad
Un 92,3% de españoles de entre 16 y 73 años se conectaron al menos una vez a Internet a lo largo de tres meses, según datos del INE de 2020.
Asimismo, hechos como el que en España haya más dispositivos móviles que personas (53,7 vs 46 millones, según la CNMC) hablan de la gran penetración de la tecnología en nuestra vida diaria y de su posible impacto sobre la democracia participativa, quizá no como un mecanismo sustitutivo de los métodos tradicionales (votaciones físicas, asambleas y foros ciudadanos…), pero sí al menos complementario.
Menores costes
La celebración de consultas ciudadanas en formato digital supone un gran abaratamiento respecto a aquellas organizadas por correo ordinario o mediante atención telefónica, por citar dos ejemplos. Diversas fuentes indican que el coste aproximado para una sola consulta tradicional en una población pequeña, de unos 4.000 habitantes, sería de 18.000€ incluyendo conceptos como envíos postales, impresión de papeletas…
Mayor proximidad y capacidad de impacto
Es sabido que el uso de medios digitales amplía el alcance de la participación ciudadana más allá de los periodos electorales. Además, dada su facilidad de acceso (basta una conexión wifi y un teléfono móvil, por citar dos ejemplos) personas que antes no participaban de los asuntos públicos, por carecer de tiempo para implicarse en asambleas, asociaciones…, pueden ahora hacerlo.
En esa misma línea, la tecnología posibilita abrir más asuntos a la participación de la ciudadanía, y hacerlo con un mayor granulado; sometiéndose a debate cuestiones que afectan al día a día del ciudadano (por ejemplo, la reformulación de un espacios público en un barrio); con lo que su motivación por participar y su engagement es mucho mayor.
Asimismo, es posible trabajar en consultas ciudadanas sólo con determinados colectivos, como por ejemplo, el tejido comercial de proximidad de una ciudad. [caso práctico: el Ayuntamiento de Santander impulsa un reto de ideas en su plataforma de participación ciudadana para revitalizar el comercio local tras el confinamiento domiciliario del covid-19]
Representatividad y diversidad
Otra de las ventajas más mencionadas de las plataformas de participación ciudadana es su capacidad para implicar a todo el ecosistema que convive dentro una comunidad. Por ejemplo, en una ciudad hablaríamos en primer lugar de la ciudadanía, pero también de su tejido empresarial y económico, de otras organizaciones (universidades, ONGs…), movimientos asociativos….
Este hecho permite sacar provecho de la diversidad que reside en la comunidad participante: pueden recogerse más puntos de vista y propuestas de personas o entes realmente conocedoras de la realidad a debate, así como explorarse nuevos modelos de colaboración público-privados.
Finalmente, esta apertura también dota a las administraciones de una mayor capacidad de contraste (y legitimidad) a la hora de tomar decisiones, pues éstas responden o tienen en cuenta las necesidades de un amplio número de colectivos.
Acceso a información e inteligencia en la toma de decisiones
El uso de un modelo de “participación en plataforma” abre también la puerta a recogida de inputs de la ciudadanía más allá de sus propuestas o votos: mediante ‘hard data’ -datos de registro del usuario y de su actividad en estas plataformas- o de insights cualitativos surgidos de su participación en base a aportaciones (ideas, propuestas…).
La combinación de ambos sirve de gran ayuda para detectar las temáticas y necesidades por resolver que son más acuciantes para el ciudadano, y refuerza que la acción política se oriente al bien común.
Case study | Conoce Santander City Brain, la plataforma de participación ciudadana del Ayto de Santander.
Transparencia y datos abiertos
Finalmente, la apertura que ofrecen las plataformas de participación ciudadana es el complemento perfecto a la políticas de datos abiertos de muchas instituciones. La combinación de ambas abre además la puerta a una participación ciudadana más informada sobre los asuntos públicos.
Compartir datos con los ciudadanos sobre la realidad de una comunidad (ciudad, barrio, estado….), ofrece una base sólida desde la que dar cabida a su participación. Asimismo, hace posible desplegar un elemento competitivo de inteligencia colectiva que hace más fuerte y resiliente al conjunto de la comunidad.
La mejor tecnología para una acción política centrada en las personas.
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