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WhatsApp, el cuarto país más poblado del mundo

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Por Ana María Llopis.

 
Hoy WhatsApp es el cuarto “país” del mundo si hacemos caso al número y origen de sus usuarios por detrás, en este orden, de Facebook, China e India. En apenas cinco años de vida, la aplicación de mensajería ha cosechado mil millones de usuarios, siendo la cifra una estimación sobre los 900 millones de usuarios (ver gráfico) registrados el pasado mes de septiembre.

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No menos llamativo es que el 70% de ellos lo utiliza a diario: de ahí que cada día se compartan a través de ella 64.000 millones de mensajes, 700 millones de fotos y 100 millones de videos. Cifras de gigante que hicieron que Facebook pagase por la aplicación 19.000 millones de dólares en febrero de 2014.

Ya entonces WhatsApp, liderada por Jan Koum y Brian Acton, había logrado reunir a 500 millones de usuarios con un equipo de tan sólo 55 personas, es decir; cada miembro había generado 345 millones de dólares de capital en sólo cuatro años.

Tal ha sido su éxito que no han tardado en salirle competidores, algunos (ver gráfico) con cifras similares, como Facebook Messenger; con 800 millones de usuarios activos en diciembre de 2015 y que atrae más usuarios desde que se puede usar fuera de Facebook, Wechat, LINE, Telegram, Skype o Snapchat, que triunfa entre el público adolescente por la inmediatez y privacidad de los mensajes que se autodestruyen a los 10 segundos de ser leídos.

img1Fuente: Statista. Septiembre de 2015.

 

Hasta ahora, la capacidad de propagación de WhatsApp -actualmente suma un millón de usuarios diarios- ha sido mayor a la de otras redes sociales de gran éxito, ya que ha sabido cubrir una necesidad de mercado reconocida por millones de personas.

Ahora bien, ¿por qué es algo disruptivo y con crecimiento exponencial? porque…

  1. Construye sobre otras infraestructuras. Concretamente, sobre un mercado enorme y con crecimiento exponencial: el de Internet a través de móviles inteligentes. WhatsApp prefirió montarse en la espalda de otro en vez de empezar de cero.
  1. Cambia de paradigma al utilizar las redes de IP de Internet y no los SMS para enviar mensajes con menor coste. Así, ha triplicado en pocos años el número de mensajes intercambiados en todo el mundo.
  1. Tenía un “motto” ganador para sus empleados y usuarios. El cofundador, Jan Koum, afirmaba que iban a ser disruptores “para que los operadores inalámbricos dejen de hacer caja con la necesidad de la gente de comunicarse con sus seres queridos más lejanos”. Un propósito transformador y popular, propio de las organizaciones exponenciales (MTP: Massively Transformative Purpose)
  1. Eligió un gran nombre: WhatsApp deriva de “Whats up?”, una manera coloquial de saludarse en inglés. Un “cuéntame”, un “¿qué tal va todo?”… una manera de compartir espontánea, informal, instantánea y privada.
  1. Ofrece un servicio transparente y democrático, frente a la opacidad de las tarifas del mercado de operadores, otorgando poder a las economías menos desarrolladas y transparencia a las más maduras.
  1. Apostó por una tecnología sencilla y amigable. Un modelo de negocio “simple” para Brian Acton, “sin juegos, publicidad o artilugios” y novedoso, según Jan Koum, “frente a los SMS que están moribundos, pero de los que las operadoras siguen sacando dinero”.
  1. Desmonetiza el mercado inalámbrico con una tarifa superreducida: 1 dólar anual frente a los 50 mínimos de los operadores tradicionales. Además, tras la compra por parte de Facebook, WhatsApp también permite realizar llamadas de voz cruzando fronteras a módicos precios.
  1. Levanta las críticas propias de todo innovador disruptivo por parte del establishment. Razonables o no, no sería una compañía adelantada a su tiempo si sus creadores hubiesen esperado a tener el producto perfecto. El “time to market”, aunque sea en beta, es muy importante.  WhatsApp podría  valer muy pronto casi tanto como Nokia, Sony o Ericsson. Sus principales áreas de mejora son, no obstante, la privacidad, el almacenamiento de información y la seguridad.

Y es que lo mejor es enemigo de lo bueno.

Ana María Llopis.
CEO de ideas4all.

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