¿La innovación disruptiva es más rentable en el largo plazo que la incremental?¿Cuál garantiza una competitividad más sostenida?¿Cuál de las dos tiene más aceptación entre las empresas?¿Es posible combinarlas?
El número de búsquedas a Google en el último lustro muestra que la disruptiva es percibida como más “sexy”, o al menos sobre el papel.
Cierto es que la innovación disruptiva puede ser capaz de eliminar a toda la competencia de un mercado, porque directamente crea uno nuevo. Su impulsor pasa de disputar un trozo de la tarde a disponer de toda ella, o al menos en su inicio.
Pero igual de cierto es que detrás de ella hay una apuesta más arriesgada. Necesita de más tiempo e inversión, y en ese tiempo de maduración pueden desatenderse aspectos que hacen a una empresa competitiva en su mercado actual.
Por contra la innovación incremental, al dar continuamente vueltas de tuerca a productos o servicios ya existentes, permite la diferenciación continua de una compañía en su sector. Puede conseguir costes de producción más eficientes, aumentar su margen de ganancia, o hacer percibir al consumidor que su producto se mejora continuamente.
Google es una de las empresas que más apuestan por la incremental. Un servicio tan popular como Gmail, limitado en inicio al envío y recepción de correos, ha ido paulatinamente creciendo hasta completar todo un ecosistema de trabajo.
Los smartphones son otro ejemplo paradigmático: sus sucesivas releases, sumando a cada modelo nuevas funcionalidades, abren la puerta al upselling de celulares y a que el consumidor perciba que el producto mejora continuamente.
Aunque no sea oro todo lo que reluce. Kodak es un claro ejemplo de innovación incremental, permítase la ironía, mal enfocada: al centrarse año tras año en la mejora continua de sus películas no vio llegar el tsunami de la fotografía digital.
Disruptiva o incremental, ¿dónde equilibrar la balanza?
No hay una respuesta única. Y si la hubiese, quizá sería: depende. Como en tantos aspectos, en el equilibrio está la virtud. Por eso una buena estrategia de innovación puede combinar el fomento de la disruptiva, para tratar de crear nuevos mercados, con las mejoras incrementales enfocadas a afianzar los ingresos recurrentes y explorar nuevos en su nicho tradicional.
La combinación de ambas estrategias permitirá asumir riesgos razonables de innovación radical, y a la vez reservar espacios que garanticen seguir siendo competitivos, reduciendo costes, mejorando procesos, dotando de más valor a los productos que ya comercializa o lanzando otros similares.
Ahora bien, ¿cómo dar forma y lograr que la innovación disruptiva y la incremental convivan dentro de una organización?.
Innovación disruptiva
Antes de zambullirse en ella puede ser útil formularse varias preguntas: ¿he explotado al máximo el core de mi negocio?¿Es posible innovar desde él?¿A dónde quiero llegar? Y ese lugar al que llegue, ¿qué beneficios me reportará?¿Serán flor de un día o escalables?.
Sentar esas bases y propósito es adecuado, porque fijan un punto de anclaje desde el que partir y al que siempre poder volver cuando se apuesta por cuestionar el status quo.
Asimismo, para poder divergir será óptimo contar con la mayor variedad de puntos de vista. De ahí el implicar a los empleados, pero no hacerlo de cualquier manera. Será importante que también conozcan ese punto de anclaje, para que su participación en el proceso, aun divergiendo, sea con “foco”.
También será crítico fomentar su empoderamiento, con una cultura corporativa que apueste por el intraemprendimiento, premie el romper silos y la colaboración por encima de la competición.
Finalmente, también deberán fijarse criterios para evaluar las nuevas ideas. A diferencia de la innovación incremental, donde están más prefijados, en la disruptiva suelen usarse modelos más flexibles, sobre todo en las primeras fases de ideación, que contemplan varios tipos de incertidumbre.
Innovación incremental
Al apostar por la innovación continua, aunque a menor escala, será necesario que las organizaciones cuentan con herramientas y procesos reglados para recoger, evaluar y detectar las ideas con más potencial.
Asimismo, al poder enfocarse a todos los aspectos y áreas del negocio, será imprescindible que la innovación incremental pueda “trocearse” en distintas objetivos de mejora bien identificados. Pueden ser la mejora de procesos internos o la renovación de un producto en específico que el mercado percibe como agotado, por citar algunos ejemplos.
Será también importante trasladar cada una de estas unidades de trabajo a formatos definidos, como son los retos de ideación, donde abordarse de forma unitaria. Si sus objetivos son claros y están delimitados, varias de ellas podrán coexistir en el tiempo, logrando avances incrementales simultáneos sobre diferentes aspectos.
Finalmente, con el objetivo de que esas pequeñas mejoras se implementen y den valor continuo, será interesante contar con sistemas prefijados que confieran agilidad a la captación, detección y puesta en marcha de ideas.
Disruptiva o incremental, ambos tipos de innovación lejos de ser opuestas pueden ser perfectas aliadas en la transformación de una organización.
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