Según los expertos, hacen falta más de 10.000 horas de trabajo para que una persona desarrolle un talento con grado de excelencia profesional. Acoplándolas a un calendario y una vida real, hablamos de varias horas diarias durante más de 10 años.
Y de un esfuerzo que se antoja titánico si no hay detrás un elemento motivador, una voluntad de cumplimiento, la búsqueda del aprendizaje para satisfacer una pasión interna.
Los críticos con el actual sistema educativo, heredado del siglo XIX y nacido al albur de la revolución industrial, hablan de un modelo hoy desfasado y que surgió de la necesidad del momento de formar seres humanos para su posterior acople en la sociedad de la producción en serie y la cadena de montaje.
Se refieren así a una estandarización del individuo desde edades tempranas, que no respeta -o en el mejor de los casos, no potencia- la singularidad y las fortalezas de cada persona, ese elemento que según Ken Robinson todo ser humano tiene dentro y tiene por tanto derecho a esculpir desde la infancia según su voluntad y personalidad, habiéndosele brindado los recursos y herramientas para ello.
Por contra, el actual sistema, según sus críticos, se basa en postulados autoritarios, memorísticos e imitativos, limitados al aspecto social y grupal del individuo y pensados para su posterior acople en un condición de grupo. El resultado para ellos es una sociedad estática, monótona y conservadora, con un grado de acción e innovación muy limitado.
Los cuatro postulados de la llamada ‘educación del ser’, que persigue el desarrollo integral de la persona.
La necesidad de insertar a los individuos en el sistema productivo del mundo actual, tanto para su desarrollo personal como de la sociedad, es un hecho que parece obvio, del que es difícil estar al margen y que no escapa tanto al actual sistema educativo como a sus alternativas.
También lo parece la paradoja existente entre una era de cambios veloces y una concepción de la educación apenas invariable desde hace dos siglos.
Muchas de estos cambios han sucedido en sólo una década y a rebufo del desarrollo tecnológico, que ha dado voz al ser humano permitiéndole acceder y compartir ideas y conocimientos como nunca antes. Asimismo, han creado un mercado de trabajo global y en el que la innovación juega un papel clave.
La educación tradicional excluye al diferente, al que por sus intereses o capacidades no encaja en el modelo único de aprendizaje del sistema.
Para la Fundación Promete, centrada en la innovación educativa y social, el desarrollo del potencial de las personas y por ende de la sociedad no provendrá de mejoras incrementales del sistema actual, sino de su completo rediseño desde una perspectiva que contemple la singularidad del individuo y la evolución de la sociedad.
Dicho sistema debe insistir tanto en la inserción del individuo en la comunidad como en el reconocimiento de su singularidad por parte de la sociedad. Es el llamado modelo de la educación del ser que busca trabajar el desarrollo integral de la persona a través de cuatro niveles, antropológico, relacional, didáctico y organizacional.
Antropológico: persigue que el ser humano adquiera autonomía y sea capaz de hacerse preguntas clave sobre su destino en la vida (¿qué soy?, ¿qué quiero?, ¿hacia dónde me dirijo?).
Relacional: incide en la presencia de los valores que influyen en el desarrollo de personas creativas, emprendedoras y reflexivas, así como en su relación con el docente.
Didáctico: busca que el alumno coja las riendas de su propio proceso de aprendizaje y que comparta éste con otros actores, fomentando la multidisciplinariedad y el compromiso.
Organizacional: fomenta el aprendizaje fuera de la estructura cerrada del binomio aula-tiempo de estudio, respetando el que, por naturaleza, el ser humano aprende de forma constante y en tiempo real.
Los partidarios de este modelo defienden que la conjunción armónica de estos cuatro elementos puede ayudar a un desarrollo temprano de las personas que explore su singularidad y potencialidades. Con ello, persiguen huir de una concepción del ser humano como un todo homogéneo así como también de un desarrollo individualista o egocéntrico, bajo la base de que lo personal puede contribuir sobre lo colectivo generando una sociedad más viva, diversa, rica e innovadora.
Sembrando la semilla de jóvenes innovadores
Desde la Fundación Promete resaltan la importancia de incentivar el desarrollo del talento y habilidades de cada individuo desde edades tempranas, con programas y recursos personalizados, que abarquen de forma integral todos los aspectos de la persona, desde su educación en competencias a la emocional. Para ello impulsan recursos como el Campus Promete de verano. Destinado a niños de entre 8 y 18 años, persigue promover un entorno innovador y no reglado que refuerce las aptitudes y la resiliencia del menor desde un prisma lúdico y constructivo. Los lectores de innovadores pueden disfrutar de los siguientes descuentos en la próxima edición de este campus: 50€ de descuento en su modalidad urbana con el código CP17U4 / 100€ de descuento en su modalidad residencial con el código CP17R4.